domingo, 6 de mayo de 2007

¿Qué es el amor?

Sino un sutil juego
De miradas cómplices
Que hacen superfluas las palabras...
Donde un simple gesto
Alcanza la dimensión
De una promesa al amanecer.
¿Qué es el amor?
Es la corriente alternada
Que acelera los latidos del corazón,
Es la urgente e imperiosa necesidad
De verse una y otra vez,
Donde los tiempos carecen de noción...
¿Qué es el amor?
Sino una dulce sinfonía
De caricias suaves y besos almibarados
Que nos sumergen en momentos mágicos...
¿Qué es el amor?
Es la asombrosa dualidad,
Donde conjugan sentimientos contradictorios
Como ser placer y dolor...
Amar suele ser doloroso,
Es la razón del vivir,
Es el precio de la pasión...

Los tres dones

"Cierta vez, en la ciudad de Bichár vivió un bondadoso príncipe a quien todos sus súbditos amaban y honraban.
Pero había un hombre excesivamente pobre, que estaba amargado contra el príncipe y no paraba de utilizar una lengua pestilente para denigrarlo. El príncipe lo sabía, pero era paciente. Finalmente, empero, lo reconsideró, y una noche de invierno llegó a la puerta del hombre un servidor del príncipe, llevando un saco de harina de trigo, un paquete de jabón y un poco de azúcar.
- El príncipe te envía estos presentes como recuerdo - explicó el sirviente.
El hombre se regocijó, pues pensó que los regalos eran un homenaje del príncipe. Y en su orgullo fue en busca del obispo y le contó lo que había hecho el príncipe, diciendo:
- ¿No veis como el príncipe desea mi amistad?
Pero el obispo respondió:
- ¡Oh, que sabio es el príncipe, y qué poco lo que tú comprendes! El habla con símbolos. La harina es para tu estómago vacío: el jabón, para tu sucio pellejo, y el azúcar para endulzar tu lengua amarga.
A partir de ese día, el hombre se avergonzó incluso de sí mismo. Su odio hacia el príncipe se hizo mayor que nunca, y odió más aún al obispo que le había revelado al príncipe.
Pero, de ahí en adelante, permaneció en silencio"


Gibran Khalil Gibran.

Soneto Místico de amor humano

Junto al inmenso orgullo que quererte
y la espantosa pena de dejarte,
la certeza fatal de no olvidarte,
y el temor de llegar a aborrecerte,

complica la amargura de mi suerte
tu crueldad que me obliga a abandonarte:
sólo quiero vivir para llorarte,
y el dolor de partir me da la muerte.

Orgulloso de ser tu enamorado,
al verme de tu amor abandonado,
a mi Dios olvidarte no le pido,

que si el olvido fuérame otorgado,
muriera de olvidarte avergonzado,
igual que muero porque no te olvido.


Felipe Sassone.

sábado, 5 de mayo de 2007

Annabel Lee

Hace muchos, muchos años, en un reino junto al mar,
Habitaba una doncella cuyo nombre os he de dar,
Y el nombre que daros puedo es el de Annabel Lee,
quien vivía para amarme y ser amada por mí.
Yo era un niño y era ella una niña junto al mar,
En el reino prodigioso que os acabo de evocar.
Más nuestro amor fue tan grande cual jamás yo
presentí,
Más que el amor compartimos con mi bella Annabel
Lee,
Y los nobles de su estirpe de abolengo señorial
Los ángeles en el cielo envidiaban tal amor,
Los alados serafines nos miraban con rencor.
Aquel fue el solo motivo, ¡hace tanto tiempo ya!,
por el cual, de los confines del océano y más allá,
Un gélido viento vino de una nube y yo sentí
Congelarse entre mis brazos a mi bella Annabel Lee.
La llevaron de mi lado en solemne funeral.
A encerrarla la llevaron por la orilla de la mar
A un sepulcro en ese reino que se alza junto al mar,
Los arcángeles que no eran tan felices cual los dos,
Con envidia nos miraban desde el reino que es de
Dios.
Ese fue el solo motivo, bien lo podéis preguntar,
Pues lo saben los hidalgos de aquel reino junto al mar,
Por el cual un viento vino de una nube carmesí
Congelando una noche a mi bella Annabel Lee.
Nuestro amor era tan grande y aún más firme en su
candor
Que aquel de nuestros mayores, más sabios en el
amor.
Ni los ángeles que moran en su cielo tutelar,
Ni los demonios que habitan negros abismos del mar
Podrán apartarme nunca del alma que mora en mí,
Espíritu luminoso de mi
hermosa Annabel Lee.
Pues los astros no se elevan sin traerme la mirada
Celestial que, yo adivino, son los ojos de mi amada.
Y la luna vaporosa jamás brilla baladí
Pues su fulgor es ensueño de mi bella Annabel Lee.
Yazgo al lado de mi amada, mi novia bien amada,
Mientras retumba en la playa la nocturna marejada,
Yazgo en su tumba labrada cerca del mar rumoroso,
En su sepulcro a la orilla del océano proceloso...


Edgar Allan Poe.